¿Cualquier abogado puede tramitar un Amparo?
NO TODOS SON ESPECIALISTAS EN LA MATERIA, pero con tal de cobrar honorarios elevados muchos están dispuestos a perder un juicio antes que referir a su cliente con alguien que sí lo es
Por Rafael A. Anzures
La respuesta rápida que le dará cualquier abogado que quiera su dinero y no tenga muchos escrúpulos es que sí.
La pregunta, sin embargo, es engañosa desde un inicio. Los abogados titulados, al menos en teoría, necesariamente debieron aprobar la materia de Amparo durante su paso por la Universidad, por lo que, otra vez en teoría, deberían poder ayudarle. Además, no hay alguna restricción legal que les impida representarlo ante los tribunales de Amparo, más allá de contar con su respectiva cédula profesional que los avale como Licenciados en Derecho, y que la registren ante el Poder Judicial de la Federación.
La verdadera pregunta que usted debe hacerse es la siguiente: ¿Cualquier abogado puede representarme apropiadamente en un procedimiento de Amparo? La respuesta a esa pregunta es un rotundo NO.
APROBAR UNA MATERIA NO GARANTIZA LA EXCELENCIA EN EL DESEMPEÑO PROFESIONAL
Durante mi estancia en la Universidad, tuve por fortuna un buen maestro de Amparo, estricto y con amplia experiencia, que me impartiera la materia. Aprendí mucho de él y de sus jocosos ejemplos. Sin embargo, aprobar una materia, no garantiza la excelencia en el desempeño profesional.
En la misma Universidad, tuve también el privilegio de conocer a un gran maestro y estupendo abogado, quien nos inculcó honestidad profesional, no con teorías sino con el ejemplo. En una de sus clases, nos comentó que él llevaba asuntos ante los tribunales ordinarios, es decir, juicios ordinarios y apelaciones; pero que si el asunto ameritaba llegar al Amparo, tenía un socio que se especializaba en esa clase de procedimientos pues, en sus propias palabras, él nunca entendió “cómo redactar un concepto de violación para una demanda de amparo”.
Los abogados nos parecemos a los médicos en muchos aspectos, y el ejemplo anterior ilustra uno de ellos: no podemos salirnos de nuestras respectivas áreas de especialidad. Por más que haya tenido excelentes clases de anatomía y funcionamiento del sistema cardiovascular, usted no permitiría que un oftalmólogo le practicara una operación a corazón abierto, del mismo modo en que no permitiría que un cardiólogo egresado de la misma institución le practicara un trasplante de córnea ¿o sí?
Y, sin embargo, con tal de cobrar honorarios elevados, hay muchos abogados que prefieren perder un juicio antes que referir al cliente con un especialista, una decisión muy cuestionable desde el plano de la ética profesional.
"el Amparo es probablemente la materia más técnica y complicada del Derecho, requiere de mucho estudio"
Cuando me preparaba para presentar mi examen de aptitud para el cargo de Secretario de Juzgado de Distrito y de Tribunal de Circuito (los tribunales del Poder Judicial de la Federación, que en su inmensa mayoría conocen de procedimientos de Amparo), mi entonces jefe directo me dijo: “no te preocupes si no apruebas de inmediato, recuerda que el Amparo es probablemente la materia más técnica y complicada del Derecho, requiere de mucho estudio”.
Mi antiguo jefe tenía razón. Conocí a muchos abogados que no aprobaban esos exámenes, y a tantos otros que tuvieron que presentarlos varias veces antes de poder aprobar. Ello no quiere decir que fueran malos abogados, sólo confirma que no es una materia fácil, y que no cualquier abogado la domina.
Y aun así, aprobar el examen es sólo la mitad del camino. Se requiere de experiencia ejerciendo el amparo.
Trabajar en un órgano de Amparo era cosa muy distinta. La mayoría de quienes aprueban esos complicados exámenes llevan años en los juzgados y tribunales de amparo, lo que les da una amplia ventaja, por la invaluable experiencia que deja ver esa clase de asuntos todos los días.
En esa época, yo laboraba en un área administrativa del Poder Judicial, por lo que no tenía esa experiencia cuando presenté mi examen. La tuve después, cuando se me presentó la oportunidad de ocupar el cargo de Secretario de Juzgado de Distrito, a pesar no haberme desempañado antes como Oficial o como Actuario Judicial, y aunque elegí el camino difícil en ese sentido, esa experiencia también resultó ser invaluable.
LA IMPERICIA DE UN ABOGADO PUEDE CONVERTIRSE EN UNA VERDADERA HISTORIA DE TERROR PARA SUS CLIENTES
Los procedimientos de Amparo son efectivamente muy enredados. Si bien en todas las ramas del Derecho hay que tener un amplísimo conocimiento de la jurisprudencia en la materia y mantenerse permanentemente actualizado, en materia de Amparo, además, hay que tener conocimientos técnicos muy especializados, tanto del ámbito sustantivo como del procedimental (y no sólo del procedimiento de amparo, sino del de todas las materias del derecho).
Pondré un ejemplo, disculpándome por adelantado por los tecnicismos empleados, pero me parece muy ilustrativo por las repercusiones que tiene no dominar la materia:
Si el abogado no sabe en qué casos puede hacer valer una excepción al principio de definitividad, y no sabe perfectamente todos los supuestos que hacen improcedente un juicio de amparo indirecto, así como la forma en que se relacionan entre ellos (el principio de definitividad y las causas de improcedencia), puede intentar saltarse una instancia ordinaria, como un juicio de nulidad, y presentar una demanda de amparo, creyendo que con ello ahorrará tiempo, dinero y esfuerzo tanto para él como para su cliente.
Si lo hace mal, no obstante, y el juzgado lo advierte (como generalmente ocurre), el asunto se caerá, y no habrá oportunidad de presentar la demanda de nulidad (como debió hacerse desde un inicio), porque para entonces ya se habrá vencido el plazo legal para hacerlo. Es decir, se habrá perdido el asunto, sin siquiera haber tenido la oportunidad de presentar argumentos ante el tribunal que debió conocerlo desde el principio.
Durante mi servicio en el Juzgado de Distrito vi situaciones como la que acabo de narrar, más frecuentemente de lo que me habría imaginado antes de laborar allí.
La impericia de un abogado puede convertirse en una verdadera historia de terror para sus clientes, pues lo que cree que podría beneficiarle, puede terminar costándole el resultado del juicio, con todas las consecuencias económicas que ello implica para su cliente y para su propia credibilidad.
Por esa razón, lo recomendable es que antes de aceptar la ayuda de un abogado (y desde luego antes de pagarle cualquier cantidad), compruebe que tiene los conocimientos y la experiencia suficientes para hacerlo de la mejor manera posible.
Esa carga, sin embargo, no es de usted como cliente, es del profesionista. Es él quien debe probárselo y quien debe ganarse su confianza en primer lugar.